viernes, 28 de febrero de 2020

Pintura barroca (I): Italia, Flandes y Holanda

“La teatralidad [de las manchas de luz y sombra] es arbitraria; el ritmo, conseguido por los encuentros y desencuentros de claros y oscuros, dinamiza la escena. El drama se ha desencadenado, lo imaginario del acontecer atenta contra la nitidez estructural de las imágenes protagonistas: el gesto pierde sugerencia al resolverse en acción.[…] Está comprobado que el siglo XVII tiende a ser (especialmente en pintura) eminentemente teatral; la misma aparición del drama proporcionada por el claroscuro se encarga de demostrarlo” (López Chuhurra, Osvaldo: Estética de los elementos plásticos. Argentina, Publikar, 1996)

Características de la pintura barroca

La pintura, como el resto de las artes barrocas, se va a prestar de igual manera a la persuasión y teatralidad escenográfica. Como pasó en otros casos, el punto de partida fue un manierismo inicial que acabó derivando en una búsqueda del naturalismo, para así poder representar a las figuras lo más cercanas a la realidad, bañadas de una intensa luz para definir los volúmenes y representar el espacio o la atmósfera. Ernst Gombrich vino a decir que, a diferencia de lo que mucha gente atribuye al Barroco como una época oscura como sus pinturas, fue una época en la que supieron tratar la luz como nunca se había hecho. Barroco no es sinónimo de oscuridad, el Barroco es luz.

En cuanto a la exaltación del poder religioso, Trento y la Contrarreforma llevaron a una exaltación iconográfica de los temas más atascados para los luteranos: dígase la Inmaculada Concepción, la exaltación de la Eucaristía o los santos. El realismo servía para acercar los temas a los fieles, hacerlos próximos a ellos.

Además, seguiremos viendo una exaltación del poder monárquico, típico de los monarcas absolutistas, a través de los retratos de los monarcas y la familia real, la pintura histórica (con momentos épicos que destacasen el poder del monarca) o la pintura mitológica (con temas cuya simbología alaba a la monarquía).

Por otro lado, también podremos encontrar una pintura profana, que desarrollará el género costumbrista en torno a escenas que representen la vida diaria de la burguesía, aunque estos temas podremos encontrarlos más en zonas de influencia protestante.

Volviendo al tema de la luz, vislumbraremos una evolución del trato que se le da a la misma a lo largo del período barroco: en un principio, se definirán planos de luz y sombra fuertemente contrastados, en el que las figuras quedarán a oscuras pero iluminadas por un fuerte haz de luz, lo que conocemos como tenebrismo; luego, dicha luz pasó a usarse para representar perspectivas aéreas, haciendo que se suavizasen los contrastes luz-sombra y haciendo de esta una luz casi vaporosa.

En cuanto al uso del color, se le dio una gran importancia, influenciados por la pintura veneciana, usando unos colores cálidos relacionados con la fogosidad y la pasión del Barroco. Además, fue común el empleo de la pincelada suelta, lo que producía contornos poco definidos, lo que hacía que las figuras se fundiesen en el ambiente.

Por último, la composición de las escenas enfatizó el uso de la diagonal para con ella transmitir una sensación de inestabilidad que propicia la idea de movimiento. Y, a pesar de que encontraremos muchas pinturas al óleo, este período se caracterizó la pintura decorativa al fresco para aquellos sitios donde quedasen bien plasmados los ideales de persuasión y teatralidad.

La pintura italiana: el tenebrismo

El primer autor del que hablaremos será Michelangelo Merisi, más conocido por todos como Caravaggio. Este pintor se fue apartando del manierismo en el cual se había formado para lograr un estilo realista definido como naturalismo, donde además usó el claroscuro con contrastes fuertes de luz y sombra. Es por este motivo que su estilo se conoce como tenebrismo.
Cesto de frutas (hacia 1597). Caravaggio. Esta obra representa otro de los géneros desarrollados en el Barroco, el bodegón, un tipo de pintura alejada de las connotaciones persuasivas de los géneros religioso y monárquico. Pero como suele decirse, el diablo se esconde en los detalles, puesto que si nos paramos a mirarlo veremos como toda esta fruta se encuentra en malas condiciones, haciendo referencia al tópico del Memento mori (recuerda que vas a morir).

A Caravaggio le gustaba hacer representaciones de personajes religiosos y mitológicos de manera natural, es decir, sin un ápice de idealización. Sus personajes van a ser tan humanos que pondrán la santidad al alcance de cualquiera, lo cual no le valdrá pocas críticas, ya que en muchas ocasiones usaba de modelos a gente asidua de las tabernas que frecuentaba.

Podemos hablar de tres etapas en su producción artística:
- Caravaggio se formó en Milan, pero en 1593 se trasladó a Roma, donde continuaría formándose en la estética manierista. De esta época encontramos el que es el primer bodegón o “naturaleza muerta”, el conocido como Cesto de frutas (hacia 1597), con un realismo casi fotográfico, realzado por la luz y ese fondo neutro monocromático. También pertenecerán a esta época los lienzos de Baco enfermo y Baco joven, posibles autorretratos del artista, donde se desmitifica la figura de este dios, tratándolo con aspecto burlesco.

- Hacia el año 1600 supera su etapa manierista. Buena prueba de ello lo da La cena de Emaús, en los cuales anuncia el claroscuro y presenta fuertes escorzos hacia el espectador. La vocación de san Mateo ya será una obra plenamente tenebrista, donde además juega con los fondos y la luz para confundir al espectador y no saber si están dentro o fuera de una taberna, que dicen podría ubicarse en Roma. Al realismo de la obra se suma el rayo de luz que ilumina la escena ante un fondo oscuro. En la Crucifixión de san Pedro representa la cruda realidad de una crucifixión, con posturas vulgares con las cuales expresa el dolor. También destacará la Conversión de san Pablo con rasgos similares a los anteriores.
Crucifixión de san Pedro (1600-1601). Caravaggio. El personaje en primer plano presenta un acusado escorzo, destacando el realismo de sus pies, típicos de una persona que anda descalza. Además, la composición la forman dos diagonales.

- En mayo de 1606 tuvo que huir a Roma con lo puesto como aquel que dice, puesto que mató a un hombre en un duelo con espada, emprendiendo un periplo por Nápoles, Malta, Sicilia y de nuevo a Nápoles. En esta última etapa, acrecentó el sentido de realismo dramático y los contrastes de luz, como muestra la Degollación del Bautista o David con la cabeza de Goliat.
David con la cabeza de Goliat (1609-1610). Caravaggio


La pintura italiana: el clasicismo, la pintura decorativa y las vedute.

En Bolonia (Italia), la reacción frente al manierismo fue totalmente distinta. Al ser esta una ciudad universitaria, se vio influenciada por los centros pictóricos renacentistas de Umbria, Parma, Florencia y Venecia.

Esta pintura se orientó hacia el naturalismo, pero con una cierta idealización. Se inició así un interés por representar la naturaleza con un estilo más clasicista, que entremezclaba elementos reales con elementos dignos de un paisaje ideal. Aun así, se siguieron cultivando tanto escenas religiosas como mitológicas, pero siguiendo este patrón.

Esta tendencia clasicista surgió a finales del siglo XVI de la mano de la familia Carracci, que adoptó el dibujo de Miguel Angel, la composición y clasicismo de Rafael, y el color de los venecianos, lo que les valió el adjetivo de eclécticos. Pero no nos engañemos, no copiaban a sus predecesores, sino que tomaron sus aportaciones para crear un estilo propio.
Martirio de San Esteban (1603-1604). Annibale Carracci.

Los Carraci fundaron una academia para formar artistas en las técnicas y aspectos literarios y humanísticos, para que así recibieran una educación completa. En ella se formó un gran número de artistas, entre los cuales destaca Guido Reni.

Otra técnica muy utilizada de manera sistemática en el Barroco fueron los frescos, con los que decoraron las bóvedas de las iglesias con temas religiosos, y los palacios con temas mitológicos.

Estos frescos generaban lo que se conoce como trampantojo, lo que consiste en un engaño al ojo humano pintando formas arquitectónicas en perspectiva para crear perspectiva y profundidad. El formato sobre el que se realizaba el trampantojo se conoce como cuadratura, y requiere grandes conocimientos matemáticos. Las figuras se posicionan a modo de escorzo para potenciar la profuncidad.
Los amores de los dioses (1597). Annibale Carracci. Los Carracci también representaron pinturas al fresco, en las que mantuvieron influencias manieristas a la vez que representaban un estilo clasicista.

El segundo subgrupo de la pintura italiana se conoce como pintura decorativa y se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVII, siguiendo los presupuestos anunciados por el Renacimiento veneciano. Entre otros, vamos a destacar a dos artistas:

Pietro da Cortona, el primer gran artista de esta tendencia, manifestó en su estilo rasgos clasicistas con influencias claras de Veronés y la pintura flamenca. Se le conoce por realizar las bóvedas de los palacios Barberini y Pamphili en Roma, y el Palazzo Pitti de Florencia.
Alegoría de la Divina Providencia (1633-1639). Pietro da Cortona. Bóveda del Palacio Barberini (Roma)

Luca Giordano fue otro pintor con gran similitud con el anterior que supo configurar un estilo decorativo, alegre y de gran efectividad teatral. Entre sus obras destacan: la galería del Palacio Médici-Riccardi (Florencia) y la capilla del Tesoro de la cartuja de San Martino (Nápoles). Además, entre 1692 y 1700, viajó a España, donde conocido como Lucas Jordán, intervino en las bóvedas del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
La gloria de la Monarquía Hispánica. Frescos en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (1692-1700). Luca Giordano.

Con la llegada del siglo XVIII, la pintura italiana pasó a un segundo plano frente a la francesa. Es entonces cuando Venecia empieza a destacar. Giambattista Tiépolo fue un gran pintor de la pintura decorativa veneciana del momento, cuyo estilo nos recuerda más al Rococó al utilizar tonos delicados y luminosos, a los cuales añadía un uso de la perspectiva y de la técnica del trampantojo. Sus obras las encontraremos en Venecia, en la Residencia de Wurzburgo (Alemania) y en el Palacio Real de Madrid (España), ciudad en la que falleció.
Apoteosis de la Monarquía Hispánica (1762-1766). Giambattista Tiépolo. Palacio Real de Madrid.

Por otro lado, en Venecia se desarrolló otro género pictórico conocido bajo el nombre de vedute. Se trata de vistas de la ciudad de Venecia representadas con un gran realismo y una enorme minuciosidad, envuelta en tonos de luz agradables.

Los 3 cultivadores de este género pictórico serían: Antonio Canal, Il Canaletto, que mostraba sus edificios con una gran riqueza cromática y un dibujo minucioso (como en La aduana de Venecia); Francesco Guardi, con una pincelada más suelta y centrado en representar festividades (como en la fiesta del Bucentauro saliendo del Arenal de Venecia); Pietro Longhi, que representaba escenas de la vida diaria en la ciudad de Venecia (como en El locutorio de las monjas).
Una regata en el Gran Canal de Venecia (hacia 1740). Antonio Canal, Il Canaletto.

La pintura flamenca

Desde el siglo XV, Bélgica y Holanda habían sido dos zonas con una gran y fructífera producción pictórica. A causa de las Guerras de Religión, estos dos territorios sufrieron una escisión basada en sus creencias religiosas entre Flandes y Holanda que se reflejó en su arte.

En Flandes, de religión católica, existía un dominio de la sociedad aristocrática, por lo que la pintura (de lienzos de gran formato) va a ir destinada a dos centros principales:
- A las iglesias, dominando, por lo tanto escenas religiosas (asuntos más atacados por los luteranos).
- A los palacios aristocráticos, con un predominio de temas mitológicos y cultivando un retrato de carácter áulico.

Peter Paul Rubens (no me traduzcáis el nombre como Pedro Pablo Rubens, que lo he visto y duele a la vista) nació en Westfalia en 1577, donde su familia estaba desterrada, pero siendo niño regresó a Amberes, donde se formó en un ambiente influido por un manierismo italianizante.

En 1600, viajó a Italia, donde pudo empaparse de todos los grandes artistas del Cinquecento así como de los artistas del momento (Caravaggio y los Carracci). Cuando regresó a Flandes se dedicó, además de a ser pintor de la corte, a ser diplomático, lo que le llevó a viajar por España (Felipe IV se entrevistó con él y dejó una carta al respecto), Francia e Inglaterra, lo que aprovechó para difundir sus lienzos por estas cortes.
"Me molesta que hayáis mezclado a un pintor en cuestiones de tan extrema importancia, y, además, podéis comprender fácilmente cuán gravemente se compromete con ello la dignidad de mi reino, pues nuestro prestigio quedará necesariamente en entredicho si hacemos de un hombre de tan baja condición el representante con quien embajadores extranjeros deberán tratar asuntos tan graves" (Felipe IV: Carta a Isabel Clara Eugenia, archiduquesa de Flandes, 1625-1628)

Su obra va a estar marcada por un colorido vivo de raíz veneciana (que nos recuerda a Tiziano), pero también observaremos un movimiento y una vitalidad en sus cuadros marcados por un genial uso de la diagonal en sus composiciones y la ampulosidad de las figuras (le gustaba representar gente “curvy”). También cabe destacar su genial uso de la perspectiva aérea y la pincelada suelta.

Rubens desarrolló tanto pintura religiosa como mitológica, es decir, pintaba para todos gustos. Esto se debe a que como diplomático que era se sabía vender muy bien y tenía facilidad para agradar.
Adoración de los Reyes Magos. (Arriba: 1609/1628-1629; Abajo: 1624) Peter Paul Rubens

Entre sus temas religiosos, vemos como representa la grandiosidad y la opulencia tan típicas de las cortes barrocas. Lo podemos observar en sus Adoraciones de los Magos (si, hizo 2, bastante distintas y en una tuvo la osadía de autorretratarse), La elevación de la cruz y el Descendimiento.

Por otro lado, su pintura mitológica da rienda suelta la sensualidad barroca y flamenca. Sus escenas se desarrollan en parajes frios, casi manieristas, en los cuales descartaba toda idealización de las figuras mitológicas femeninas, al contrario que pasaba con el Renacimiento, usando de modelo varias veces a su segunda esposa, Helena Fourment. Destacan pues, Las Tres Gracias (1625-1630) y El Juicio de París.
Las Tres Gracias (1625-1630). Peter Paul Rubens. Museo del Prado

No obstante, se nos olvida un tercer género, que sería el retrato áulico, en el cual supo magistralmente aunar la naturalidad con la fidelidad al aspecto físico del retratado, captando parte también de la personalidad del retratado. Esto podemos observarlo en su retrato del Duque de Lerma (1603).
Retrato del Duque de Lerma a caballo (1603). Peter Paul Rubens. Museo del Prado.

La obra y el estilo tan característico de Rubens se difundieron a través de sus discípulos, de sus cuadros pintados para las cortes extranjeras y por los cuantiosos grabados de muchas de sus obras. Destacan dos discípulos:

- Anthony van Dyck, pintor de la corte inglesa, que destaca por su gran personalidad artística, un estilo caracterizado por la elegancia y el refinamiento dentro de una actitud propia de la grandiosidad barroca. Su estilo influenciaría en gran manera a los retratistas ingleses del siglo XVIII.

- Jacobo Jordaens siguió una cierta fidelidad en los temas religiosos y mitológicos con el estilo que tenía el propio Rubens, aunque poco a poco su estilo fue derivando hacia un mayor naturalismo y mostrar rasgos tenebristas. Se especializó en representar escenas de la sociedad burguesa y campesina flamenca, como en sus famosas pinturas El sátiro y el campesino o El rey bebe (1638; luego tiene otra versión del cuadro de 1640).
El rey bebe (1640). Jacobo Jordaens. Museo Ermitage.

La pintura holandesa

Holanda era una región donde predominaba la religión luterana, sí, pero también donde la sociedad burguesa tenía un gran papel social y político (así como económico, claro), y donde se había desarrollado un Gobierno democrático (tampoco pensemos que era una democracia como la podemos entender nosotros, sino más bien un sistema representativo en el que tenía cabida la burguesía).

La pintura se enfocó hacia obras de pequeño tamaño destinados a las viviendas burguesas, en las cuales veremos temas religiosos (cuya finalidad era la meditación en el hogar y no las iglesias), escenas mitológicas (con intención moralizante), imágenes de la vida burguesa (sus quehaceres diarios) y retratos (de carácter austero, siendo muy frecuente el retrato colectivo).

En las obras de Frans Hals se aprecia su estilo único, esa pincelada amplia, muy suelta, que anticipó técnicas de los siglos XIX y XX. Se dedicó con más empeño a representar retratos, destacando el naturalismo de sus personajes, así como el estudio psicológico de los mismos. Los fondos de sus pinturas no pretenden distraer la atención del espectador, sino encaminarlos a que se fijen en sus personajes. Destacamos el Banquete de los oficiales de San Jorge (1616).
Banquete de los oficiales de San Jorge (1616). Frans Hals

Rembrandt puede que sea el artista barroco holandés que por su excelencia todos conocemos o hemos visto alguna de sus obras subastarse por mucho dinero (aunque el valor de una obra no reside en su precio). Se formó en Holanda y se puede ver en su obra influencias del arte italiano, aunque nunca viajase a Italia.
Lección de anatomía del doctor Tulp (1632). Rembrandt.

El estilo de Rembrandt era marcadamente personal, dentro de la estética barroca, en el que se aprecia la influencia del tenebrismo, aunque se aleja de los fuertes contrastes de luz y sombra de Caravaggio. En su obra, el tránsito entre las zonas luminosas y las oscuras se hace paulatinamente, no es tan brusco, con una tonalidad cromática casi aterciopelada.

Su obra pictórica evoluciona desde una etapa inicial más dibujística con composiciones grandiosas hasta una etapa final de pincelada suelta y composiciones sencillas, con las que hace patente una gran serenidad (uso de fondos broncíneos y su personal tratamiento de la luz).
La cena en Emaús (1648). Rembrandt

Aunque la pintura holandesa no es muy dada a las pinturas religiosas de gran formato, Rembrandt se sintió atraído por este género, aunque siempre lo representó con la típica sobriedad luterana. Así lo vemos en La Cena en Emaús o El descendimiento de la cruz. Así pues también realizó escenas de género, como la Joven Bañándose o el Buey Desollado.
Mujer bañándose (1654). Rembrandt

Además, fue un magnífico retratista, capaz de transmitir la personalidad de los retratados, como se observa en los númerosos autorretratos que constituyen un testimonio de la vida y evolución pictórica del mismo autor desde su juventud hasta su vejéz. 
Autorretrato (1665-1666). Rembrandt

No obstante, también trabajó, y magníficamente he de decir, el retrato grupal como atestigua La lección de anatomía del doctor Tulp (1632) o La ronda de noche (1642). Por último, destacar que también fue un magnífico grabador, pues muchos de sus grabados se utilizaron para dar a conocer su obra.
La ronda de noche (1642). Rembrandt

El último pintor holandés del que hablaremos será Jan Vermeer de Delft, que se caracteriza por realizar lienzos de pequeño tamaño y, sobre todo, por representar escenas de la vida diaria en los interiores de las viviendas de la burguesía holandesa.
La joven de la perla (1665-1667). Jan Vermeer.

En sus retratos destaca el orden y el sosiego, reflejo de la vida tranquila y apacible de la sociedad burguesa. Así, los interiores representados no son lujosos, pero tienen lo necesario y resultan agradables. Sus figuras están bien definidas por el dibujo y el empleo de la luz suave que baña sus escenas, que muchas veces proviene de una ventana a la izquierda del espectador. Entre sus interiores destacan La lechera, La carta, La encajera o El pintor en su taller.
La lechera (1658-1660). Jan Vermeer.

Si antes he dicho que se dedicó a la retratística, fue una verdad a medias, pues se conocen dos paisajes en los cuales Vermeer representa su ciudad, Delft: La callejuela y La vista de Delft. Ambas son obras que representan a la perfección la topografía, lo que hace pensar que tuviera acceso a una cámara oscura.
Vista de Delft (1660-1661). Jan Vermeer.

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