miércoles, 26 de febrero de 2020

Arquitectura y escultura barroca en España

Arquitectura barroca española

Se desarrolló entre los años 1600 y 1760, coincidiendo con la llamada decadencia del Imperio español, algo más matizada por la historiografía reciente. La situación de crisis que había impedido las grandes reformas urbanísticas y arquitectónicas, ya que estas requerían mayor inversión económica que las otras artes.

En el aspecto estético se produjo una evolución distinta a la del resto de Europa. Los materiales utilizados fueron más pobres y el Barroco se reflejaba más en el aspecto y las formas decorativas que en las plantas complejas como habían hecho los italianos.

Podemos diferenciar tres períodos:
- Primera mitad del siglo XVII, con pervivencia de formas herrerianas, que se iba adaptando a la severidad de las ideas de la Contrarreforma.
- Segunda mitad del siglo XVII, con un retroceso de las formas herrerianas y un aumento decorativo para buscar efectos de contrastes entre luz y sombra.
- De finales del siglo XVII hasta 1760, cuando la llegada al trono de los Borbones condujo a una reactivación de la actividad constructiva en un arte cortesano (sobrio y clasicista) y uno tradicional (más recargado en su estética).

En la primera mitad del siglo XVII, destacaron arquitectos como Juan Gómez de Mora, Alonso Carbonell y los jesuitas Pedro Sánchez (evitad chistes fáciles) y Francisco Bautista.

Juan Gómez de Mora destacó por sus formas herrerianas (horizontalidad, torres en las esquinas o los chapiteles), aunque introdujo efectos de claroscuro, y su material predilecto fue el ladrillo. Realizó la Clerecía de la Compañía de Jesús (Salamanca), de planta jesuítica; la iglesia del Colegio de la Compañía de Jesús (Alcalá de Henares) y en Madrid la Plaza Mayor, la Cárcel de Corte y el antiguo Ayuntamiento.
Clerecía de la Compañía de Jesús (Salamanca). Juan Gómez de Mora


Alonso Carbonell fue un arquitecto más cortesano, y construyó para la Corte el Palacio del Buen Retiro, el cual fue derruido durante la Guerra de la Independencia aunque aun se conserva gran parte gracias a su restauración.
Palacio del Buen Retiro. Alonso Carbonell


Los jesuitas Pedro Sánchez y Francisco Bautista realizaron en Madrid la iglesia de la Compañía de Jesús, actual Colegiata de San Isidro, en la que destaca su planta jesuítica y la cúpula encamonada (consiste en colocar un armazón de madera con forma de cúpula, llamado carnón, recubierto en el interior por yeso y en el exterior con un tambor de ladrillo y un chapitel de pizarra).
Colegiata de San Isidro en Madrid. Pedro Sánchez y Francisco Bautista


A mediados del siglo XVII se produjo un abandono paulatino de la influencia herreriana y se potenció más el aspecto decorativo, con elementos naturistas, hornacinas y estípites (un soporte típico del Barroco español, que tenía forma de tronco de pirámide invertida para dar una sensación de inestabilidad). Destacan de esta época arquitectos como Francisco de Herrera el Mozo, que realizó gran parte de la Basílica del Pilar, en Zaragoza, si bien a su muerte el proyecto fue alterado; y Alonso Cano (del cual volveremos a hablar luego), que realizó la fachada de la catedral de Granada, la cual parece un arco de triunfo con tres grandes arcos que sobresalen y dan un efecto de profundidad y contrastes.
Basílica del Pilar (Zaragoza). Francisco de Herrera el Mozo
Fachada Catedral de Granada. Alonso Cano.

Desde finales del siglo XVII hasta 1760, la instauración de los Borbones en España marcará la arquitectura con un carácter nacional (continuador del estilo anterior de manos de arquitectos de origen español) y cortesano (determinado por la nueva dinastía, que introdujo modelos y artistas del Barroco francés e italiano). Entre la corriente nacional vamos a encontrar 3 focos (el centro peninsular, Andalucía y Levante, y Galicia) y por el cortesano estarán los Reales Sitios.

La corriente nacional del centro de la Península va a estar marcado por la familia Churriguera, cuyo estilo (churrigueresco), hasta incluso, trascenderá el panorama peninsular y podremos ver algunos ejemplos en América Latina. Destacan en el seno de esta familia José de Churriguera, que realizó el retablo de la iglesia de San Esteban en Salamanca en el cual prioriza cada detalle al máximo: marcados claroscuros, una gran profusión decorativa, columnas salomónicas, estípites y elementos vegetales. Sin embargo, sus edificios son de estética más carácter más austero como el Palacio Goyeneche de Madrid, o el proyecto urbanístico de Nuevo Baztán a las afueras de Madrid, donde diseñó una iglesia, un palacio y viviendas.
Palacio Goyeneche (Nuevo Baztán, Madrid). José de Churriguera

Otro representante de la familia, Joaquín Churriguera, desarrolló un estilo con más carga decorativa como se ve en la Cúpula de la Catedral Nueva de Salamanca. Alberto Churriguera, autor de la Plaza Mayor de Salamanca, consiguió unificar la monumentalidad y el estilo decorativo.
Cúpula de la Catedral Nueva de Salamanca. Joaquín Churriguera.

Otros arquitectos del centro peninsular serán Pedro de Ribera, con su hospicio de San Bernardo o el puente de Toledo, y Narciso Tomé, autor del Transparente de la catedral de Toledo.

En la corriente nacionalista de Andalucía y Levante vamos a encontrar más heterogeneidad. En Sevilla, de la mano de Leonardo de Figueroa, que se caracterizó por la riqueza decorativa de sus fachadas y el empleo del ladrillo, encontraremos la fachada del colegio de San Telmo (Sevilla), pero en su iglesia de San Luis podremos observar una rica ornamentación con influencias de la tradición islámica y mudéjar.
Fachada del colegio de San Telmo (Sevilla). Leonardo de Figueroa

Francisco Hurtado Izquierdo, del cual destacamos su sacristía de la Cartuja de Granada, supo llevar al extremo la exuberancia barroca al hacer uso de materiales tan moldeables como el yeso, haciendo que fuera posible recubrir los muros con formas retorcidas, mezcla de motivos vegetales y geométricos.
Sacristía de la Cartuja de Granada. Francisco Hurtado Izquierdo.

En Valencia, destacaremos al alemán Conrado Rudolf por construir la fachada principal de la catedral de Valencia, de inspiración italiana, y a Hipólito Rovira por diseñar la portada del Palacio del Marqués de Dos Aguas (un magnífico ejemplo de decoración exuberante del Rococó). También, Jaime Bort, arquitecto valenciano, por realizar la fachada de la catedral de Murcia, concebida con gran plasticidad debido al rehundimiento de la parte central en forma cóncava, para así desmarcarse y crear contraste con las portadas laterales de esa catedral, que tenían forma más rectilínea.
Portada barroca de la Catedral de Valencia. Conrado Rudolf
Puerta del Marqués de Dos Aguas (Valencia). Hipólito Rovira

La última corriente nacional será la de Galicia. De esta destacaremos a Fernando Casas y Novoa, que fue el arquitecto principal de este período en Galicia, y se le conoce por realizar la fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela (puede que sea la más conocida y no es algo baladí, ya que su rica decoración con esculturas y motivos geométricos llama la atención de cualquiera que tiene el honor de verlo).
Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela. Fernando Casas y Novoa.

En cuanto a la arquitectura cortesana, podemos observar que los arquitectos franceses e italianos realizaron su labor sobre todo en la construcción de palacios y residencias reales (los llamados Reales Sitios). Las principales construcciones del período vendrán de la mano de Filippo Juvarra y Giovanni Batista Sacchetti, los cuales construyeron el Palacio de la Granja de San Ildefonso y el Palacio Real de Madrid.
Palacio de la Granja de San Ildefonso (Segovia). Filippo Juvarra y G. B. Sacchetti

La escultura barroca en España. Castilla y León

La escultura barroca en España va a estar definida por unos rasgos inéditos y muy particulares que la van a diferenciar del resto de Europa:
- Los escultores trabajarán bajo un sistema artesanal muy tradicional.
- No hubo apenas influencia de la escultura extranjera.
- La escultura era de carácter casi exclusivamente religioso.
- Dada la situación económica de la Monarquía Hispánica del s. XVII y el carácter realista que se le quería dar, escogieron la madera como material predilecto, que luego policromaban.
- Como muestra de gran realismo y personificando la persuasión barroca, las imágenes solían ir acompañadas de postizos (pelo, uñas y dientes de marfil, etc.) para aumentar el verismo de la obra.
- Mucha de esta escultura van a ser “imágenes para vestir”, es decir, armazones de madera que solo llevaban los sitios que se iban a ver tallados para luego ser vestidos con vestiduras reales.

Por todo ello, al conjunto de obras hechas según esta estética van a ser conocidas bajo el nombre de imaginería, con un desarrollo regional alejado de la corte, siendo los principales núcleos Castilla y León, Andalucía y Levante.

Podemos clasificar la mayor parte de la producción escultórica de la imaginería barroca en dos grandes grupos: el retablo y los pasos procesionales.

El retablo barroco era la combinación de las llamadas tres grandes artes (arquitectura, pintura y escultura), ya que tras construir la estructura, se colocaban en los distintos espacios del retablo pinturas y esculturas. El complejo arquitectónico (que hacía el ensamblador) era dorado, con aplicaciones de panes de oro (lo que hacía brillar la iglesia y exaltaba la función del altar), mientras que las imágenes y pinturas que complementaban el retablo mostraban la vida de Cristo y los santos, siguiendo la propaganda de la Contrarreforma.

Por otro lado, los pasos fueron el otro desempeño de la imaginería barroca española. El término “paso” (del latín passus, sufrimiento) hace referencia a una escultura o grupo escultórico que se procesionan en Semana Santa para representar la Pasión de Cristo.

En Castilla y León, la escultura barroca tuvo su gran apogeo en la primera mitad del siglo XVII y se caracterizó por un gran realismo, un profundo dramatismo y una patente sobriedad de los temas representados.

Destaca la figura del escultor Gregorio Fernández, originario de Lugo que se estableció en Valladolid en 1605. Su obra, en un principio, va a estar influenciada por el legado escultórico de Juan de Juni y de Pompeyo Leoni, para acabar destacando con su propio estilo con un gran carácter personal. Sus obras, perfectamente modeladas y policromadas (donde destaca también la técnica del estofado, recubrir con pan de oro las tallas para luego sacar el color original mediante el rallado del pan de oro), se caracterizan por la forma de representar las telas con fuertes plegados típicos de la pintura flamenca del siglos XV.

En su producción artística destaca el Retablo mayor de la iglesia de los Santos Juanes (Valladolid), pero también realizó imágenes pasionarias como Cristo yacente, en la que buscaba plasmar la soledad de Cristo en el sepulcro y la expresión del drama de la Pasión. No obstante, el dramatismo de estas imágenes contrastará con la ternura de la Virgen de la Inmaculada del Convento de las Clarisas de Monforte de Lemos (Lugo) o la delicadeza de su Arcángel San Gabriel (representado desnudo y con un modelado del cuerpo y una belleza casi femenina). Además, en sus grupos destacará el sentido expresivo en la interrelación de las figuras como en su Piedad.
Piedad de Gregorio Fernández


La escultura barroca en España. Andalucía y Levante

En Andalucía, la gran mayoría de los escultores trabajaron en Sevilla y Granada. En contraposición con la imaginería de Castilla y León, van a desarrollar un arte más dulce y melancólico, queriendo alcanzar la exquisitez en la talla, a la cual se aplicaban los colores de manera excepcional.

De la escuela sevillana, conocemos a dos grandes escultores como fueron Juan Martínez Montañés y Juan de Mesa. El primero creó dicha escuela mientras que el segundo fue su discípulo y continuador.

Martínez Montañés destaca por la serenidad y el equilibrio de su estilo (que nos recuerda más a la escultura renacentista, sobre todo por el tratamiento de los desnudos). En su Cristo de la Clemencia de la catedral de Sevilla, vemos como en lugar de representar la tragedia, nos muestra un Cristo vivo que posa su mirada hacia abajo, hacia el fiel, dando rienda suelta a la intencionalidad persuasiva del Barroco. Otra obra conocida suya será el retablo de San Jerónimo penitente de San Isidoro del Campo (Santiponce, Sevilla).
Retablo de San Jerónimo penitente de San Isidoro del Campo (Santiponce, Sevilla). Martínez Montañés


Juan de Mesa se dedicó, por otro lado, a las obras procesionales. Su estilo fue de gran personalidad, destacando en el rostro de las imágenes un agudizado patetismo, como vemos en su Jesús del Gran Poder.

En la escuela granadina, nos encontramos: por un lado, al polifacético Alonso Cano (pues también fue arquitecto y pintor), que era originario de Granada, aunque se formó en Sevilla, en el círculo de Martínez Montañés, de quien recibirá influencias en su obra. Trabajó en Madrid al servicio del conde duque de Olivares y en Granada para el Cabildo. Su estilo propio resalta por las formas serenas y delicadas, quizás más propias del Renacimiento, como se aprecia en su representación de la Inmaculada (1655).
Inmaculada (1655). Alonso Cano

Por otro lado, tenemos a Pedro de Mena, discípulo de Alonso Cano y un gran colaborador de este. No obstante, las obras con las que más brilla van a ser las imágenes independientes, es decir, que no van a ir destinadas a pasos ni retablos, y contarán con un estilo naturalista y sereno, haciendo gran hincapié en representar de manera profunda sentimientos expresados a través del misticismo. Entre sus obras destacan la sillería del coro de la catedral de Málaga y la Magdalena penitente.
Magdalena penitente (1664). Pedro de Mena

La segunda mitad del siglo XVII en Andalucía va a ser un poco distinta, ya que llega a España la influencia de Bernini, que otorgó gran movimiento a las imágenes, pero manteniendo el aspecto realista que había caracterizado a la escultura española.

En Sevilla destacó José de Arce, de procedencia flamenca y formado en Roma, donde conoció el estilo de Bernini. Por ello, en la que es su obra culmen, el Retablo de la iglesia de San Miguel en Jerez de la Frontera (Cádiz), sus figuras muestran un gran movimiento y gesticulación.
Retablo de la iglesia de San Miguel en Jerez de la Frontera (Cádiz). José de Arce


También de Sevilla tenemos a dos artistas de la misma familia: Pedro Roldán, cuya obra destaca por la fuerza del movimiento y la gesticulación, como en el Entierro de Cristo; y Luisa Roldán, más conocida por “la Roldana”, ya que era hija de Pedro de Mena, pero su obra destacó por encima de la de su padre por su gran nivel, lo que la llevó a detentar el cargo de escultora del Rey. Es por esto que su última etapa la desarrolló en la Corte y destaca la imagen de San Miguel del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. No obstante, esta imagen de gran tamaño destaca con el resto de su obra, ya que se caracterizó por sus figuras de pequeño tamaño realizadas en barro cocido y policromado.
San Miguel Arcángel del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Luisa Roldán.

En cuanto a la escultura levantina, aunque podamos encontrar en la zona comprendida entre Valencia y Murcia alguna que otra escultura, no fue hasta mediados del siglo XVII cuando se reactivó la economía y eso permitió que hubieran más encargos, así como podemos ver que llegaron más artistas de origen italiano por los contactos con Italia.

Así pues, este fue el caso de Nicolás Busi, de origen alemán y formado en Italia en el estilo de Bernini. Esto lo apreciamos en la decoración de la fachada de la basílica menor de Santa María de Elche (1680-1682). Aunque también realizó escultura en madera con gran expresividad.
Fachada de la Basílica menor de Santa María de Elche (1680-1682). Nicolás Busi.

El último artista del que vamos a conocer, merece que nos detengamos un poco más en su obra. No hablamos de otro que de Francisco Salzillo, considerado el último de los grandes imagineros españoles del Barroco, ya que su padre fue un escultor de origen napolitano que acabó estableciéndose en Murcia.

En Murcia fue donde Salzillo desarrolló su obra, centrada en la talla de imágenes en madera, las cuales destacan por una enorme sensibilidad que combina con un realismo agradable, que se contrapone con otros artistas que ya hemos podido conocer.

Entre sus pasos procesales destacan el de La Última Cena, puede que la última representación realista del tema con un interesante análisis de la perspectiva. Aunque también podemos encontrar los rasgos que hemos nombrado en la Oración en el Huerto, donde el ángel muestra la dulzura tan característica de Salzillo.
La Última Cena de Francisco Salzillo. La obra de por si lleva la mesa vacía, pero los fieles le ponen comida fresca cada año cuando la sacan en paso procesional en señal de admiración/devoción y de abundancia para la escena.

Por último, comentario aparte merecería el Belén que realizó al estilo napolitano, donde las figuras sorprenden por su gran expresividad y están dotadas con un carácter anecdótico, puesto que cada una por separado parece estar contando una historia.
Belen de Francisco Salzillo. Puede que este sea el origen de la tradición de los belenes en España, ya que se trajo desde Nápoles durante el reinado de Carlos III

Bibliografía y webgrafía

- GUASCH FERRER, A. M.; ONIANS, J. (2008). Atlas del arte. Barcelona: Blume.
- JIMÉNEZ, J. (2010): Teoría del Arte. Madrid: Tecnos.
- PEÑA GÓMEZ, M. P. (2006). Manual básico de historia del arte. Cáceres: Universidad de Extremadura.
- RAMÍREZ, J. A. (2005). Historia del Arte. La Edad Moderna. Madrid: Alianza.
- VV.AA. (2011). Mil obras para descubrir el Arte. Barcelona: Ediciones Larousse.
- www.artehistoria.es

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